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jueves, 16 de junio de 2016

Demetrio Muñiz, el más importante arreglista cubano



El trombonista Demetrio Muñiz es un músico cubano de amplísima trayectoria, su labor como arreglista ha estado presente en los proyectos y discografías de los intérpretes más famosos de la isla.

¿Qué es Cuban Sound Project?

-Cuban Sound Project es un proyecto musical mío, un poco anglosajón el título, pero así son los nombres comerciales. La teoría que yo me planteo es que todo es 'cubaneable'. Por ejemplo, tengo una versión en guaguancó de un tercer movimiento del Concierto para Fagot, de Vivaldi, en tiempo de rumba.

-Ése ha sido el propósito de este proyecto, 'cubanear' las cosas. Me costó mucho trabajo emprender Cuban Sound Project, pues toda la vida he creado para otros artistas y ahora lo hago para mi propia agrupación.


Su labor musical para el Buena Vista Social Club ha sido trascendental...

-Buena Vista Social Club es el proyecto cultural cubano más importante de los últimos años, para no ser categóricos. Redescubrió un poco la música que nos puso en el lugar, antes de que saliéramos de los mercados del disco por todo lo que ya se conoce, el antagonismo con Estados Unidos, que en definitiva domina todos los medios de difusión y comercialización del arte en el mundo.

-Tuve el honor de trabajar con Buena Vista durante casi siete años, con la orquesta de Ibrahim Ferrer, un cantante extraordinario, haciendo la dirección musical también de los discos de Omara Portuondo, del Guajiro Mirabal, de Cachaito López...Le dimos la vuelta al mundo, desde Islandia hasta Australia, y desde Singapur hasta California, en todos lo aeropuertos las personas te identificaban como los integrantes del Buena Vista Social Club. Un éxito arrollador, pero desgraciadamente, por sus edades, varios de los que lo hicieron y realzaron con sus voces e instrumentos ya se han ido.

Me gustaría saber más de Danzón de media noche.

-Danzón de media noche lo compuse hace algunos años y está concebido para tres trompetistas que residen en diferentes lugares del mundo: mi hijo que vive en Boston, Miguel de la Oz en Vancouver, e Igor Rivas en Curazao. Los tres me enviaron sus grabaciones desde cada uno de sus países, y así pude armar el disco.

-El solo de trompeta está dividido entre tres trompetas, y es muy difícil darse cuenta que cada frase está interpretada por un instrumentista distinto. Ha sido una labor muy interesante, porque la melodía nunca para y porque se trata además de nuestro baile nacional. Por su carga melódica, por su intención de concierto, y el formato instrumental que posee, el danzón es uno de los reyes de la música cubana.


Cuéntenos de su génesis musical.

-Empecé en la música en el coro infantil de la Biblioteca Nacional, en 1960, bajo la dirección de la doctora Carmen Valdés, ya fallecida. Ella fue quien guió nos primeros pasos musicales. Después me fui a alfabetizar y pasé más trabajo que un forro de catre. Regresé convertido en un hombre y a partir de ahí mi vida se volvió independiente. Luego entré a estudiar trombón en la Escuela Nacional de Arte, con maestros extraordinarios, de ésos que no solo te forman como profesionales, si no también como personas.

¿Qué considera ha marcado una diferencia entre su generación y la actual en lo que se refiere al proceso de formación?

-En aquella época, en la Escuela de Arte estaban todas las especialidades juntas: música, artes plásticas, danza, ballet, arte dramático, y esto permitió que mi generación tuviera una experiencia extraordinaria por la posibilidad de confluir con los artistas de todas las manifestaciones, tuvimos una visión más amplia del arte.

-Por ejemplo, pudimos estar en el mismo surco de la escuela al campo con nombres que hoy son grandes de la plástica como Nelson Domínguez, Fabelo, Ever Fonseca, y bailarines extraordinarios también como Zamorano, Orlando Salgado. De hecho me casé con una bailarina de danza, Leonor Rumayor, que aún trabaja en la compañía Danza Contemporánea de Cuba. Ella ha tenido la valentía de soportarme desde los años 70 hasta hoy.

Su madre fue un personaje muy especial...

-Lidia Lavalle fue la sombrerera de todas las películas importantes del cine cubano de su época. Todos los sombreros de aquellos filmes los confeccionaba mi madre. Estaba relacionada con el cine y también con la moda. Junto con los creadores Manolo González y Rafael de León diseñaba para la industria ligera. Una mujer volcada en la cultura y la única sombrerera que tiene créditos en el cine cubano.

¿Es cierto que usted arregló la obra que facilitó unir por vez primera a intérpretes cubanos con Pavarotti?

-No pueden imaginar el trabajo que me dio arreglar eso. La canción original se llama Guitarra Romana y habla de una calle que es paralela al Tibet. Después que hice el arreglo para la Orquesta de la Academia Nacional de Santa Cecilia, en Roma, la institución que patrocinaba el concierto con Pavarotti, lo mandé por correo, y el director al verlo dijo que estaba bien, pero a Pavarotti no le terminaba de gustar la introducción.

-La rehice, pero varias veces tuve que volver a revisar el arreglo, porque siempre surgían más sugerencias. Augusto Enríquez lo cantó, Miguel Patterson dirigió la orquesta y yo hice el arreglo. Así fue como pudimos tener esa oportunidad inolvidable de ser los únicos cubanos que trabajaron junto al inolvidable tenor Luciano Pavarotti, para Pavarotti and Friends, conciertos organizados con fines humanitarios.


De su experiencia con la Vieja Trova Santiaguera, qué nos puede decir.

-Tuve la suerte de trabajar con la Vieja Trova Santiaguera, ya han partido casi todos sus fundadores. Una gran experiencia como músico. Ellos no estaban constituidos como grupo, fueron escogidos al azar. Cuando los oí tocar comprobé que lo hacían super bien.

-Vino un productor español que se enamoró de ellos e hicimos el primer disco, y luego cinco más con otras compañías internacionales. La Vieja Trova Santiaguera fue la que realmente abonó el camino a Buena Vista Social Club. Ellos triunfaron antes.

¿Por qué decidió emigrar?

-La emigración es algo duro y difícil, a veces la gente piensa que irse de Cuba es llegar y triunfar en el otro país. Para nada, las personas se sienten solas cuando están lejos de casa, de la familia, del clima, y hasta de las malas palabras.

¿Cómo es el arreglista Demetrio Muñiz?

-Siempre estoy pensando qué voy hacer. Mi entretenimiento es escribir música. No obedezco patrones de disqueras ni patrones estéticos determinados, escribo la música como se me ocurra.

-Los arreglistas somos como los gastronómicos: servimos una idea a un intérprete de lo que ellos desean o lo que la disquera te pide para determinado proyecto. A veces haces un arreglo maravilloso y cuando lo muestras, te dicen que no es lo que buscan.

Havana Times, 30 de marzo de 2016.
Foto de Demetrio Muñiz hecha por Paco Manzano. Tomada de Solar Latin Club.

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