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lunes, 23 de mayo de 2016

La Casa de Cultura de Velasco



Los sucesos de enero de 1959 pusieron fin a la intensidad constructiva del período republicano para dar a luz obras puntuales -Escuela Nacional de Arte, Pabellón Cuba, edificios académicos de la CUJAE- que hasta hoy son citadas como lo mejor de la arquitectura revolucionaria, antes de hundirse en la oscura era del prefabricado.

En este contexto, un promotor cultural llamado Félix Varona Sicilia, nacido en 1927, asumió “a pies juntillas” el precepto revolucionario según el cual la creación artística debía llegar a todos los rincones de la Isla, e hizo público su deseo de construir, en Velasco, su pueblo natal, perteneciente a la provincia de Holguín, la casa de cultura más bella de Cuba.

En Velasco, Félix Varona había fundado un grupo de teatro compuesto por aficionados, pero al no disponer de un lugar donde presentar sus obras, hicieron del espacio público su escenario. Por aquella época, mediante un amigo común, conoció al arquitecto cubanoamericano Walter Anthony Betancourt Fernández, quien convertiría el ambicioso proyecto del velasqueño en la soberbia obra que hoy recibe e impresiona a los visitantes.

La idea de una edificación maciza y apaisada -para no romper demasiado con la horizontalidad y escala humana de las casas circundantes-, construida en su totalidad con ladrillos rojos, se reveló como una acertada simbiosis entre el espíritu contemporáneo y el legado de la arquitectura tradicional cubana. La presencia de techos a dos y cuatro aguas con tejas criollas, la madera, la herrería, los paneles de cristal y hasta un rosetón con vitral coronando el frontón de la sala de teatro, son algunos de los elementos que hacen de la Casa de Cultura de Velasco un prodigio de modernidad capaz de recrear tanto el carácter de la arquitectura cubana del siglo XVIII como los códigos neo-historicistas, que ofrecen al espectador hermosas remembranzas del período románico europeo.

La excepcionalidad del inmueble también se verifica en su orgánica relación con el entorno natural y el atractivo sistema de circulación implementado por el arquitecto. Según palabras de Rafael Córdova, actual administrador de la institución, el proyecto original abarcaba dos manzanas, con dos escenarios interiores y tres a la intemperie. Si bien el resultado final no se ajusta del todo a la idea original, la Casa de Cultura de Velasco cuenta con una sala para conciertos y representaciones teatrales, un primoroso recinto con plataforma para clases de danza, espacios diversos para la enseñanza artística y una biblioteca pública cuyo estado general, como el de casi toda la edificación, deja mucho que desear.

No fueron pocos los obstáculos que debieron sortear Félix Varona y Walter Betancourt para que la obra fuera aprobada. El principal argumento en contra era lo inapropiado de la localidad escogida. Sobre este particular, el propio Córdova asegura: “La casa se terminó porque ya estaban construidos sus cimientos. Solo se quedó en Velasco porque no tenía rueditas. De lo contrario, ya se la hubieran llevado a otro lugar. Si esta casa estuviera en un sitio diferente, se habrían tomado un interés mayor en su restauración”.

Pese a que no existían fondos suficientes para costear el proyecto, el 4 de mayo de 1964 se inició la construcción de la Casa de Cultura. La inventiva de Félix Varona hizo de dos matas de mango la primera valla promocional para llamar la atención de vecinos y viajeros. Una soga extendida entre ambos troncos sostenía el cartel que cambió el cariz de los acontecimientos: “Por favor, done usted un ladrillo”, fue el mensaje elegido y surtió un efecto inmediato.

Los choferes de autos de alquiler entregaban dinero, y también los residentes contribuían -de acuerdo a sus posibilidades- económicamente o donando los preciados ladrillos. Ese fue el comienzo, gracias a la voluntad de dos hombres y al entusiasmo de un pueblito que no había soñado para su geografía nada semejante.

El proceso constructivo fue interrumpido en varias ocasiones por diversos motivos: falta de recursos, disensiones en cuanto a la pertinencia de la edificación y, finalmente, el deceso de Walter Betancourt en 1978. A cargo del proyecto quedó el arquitecto Gilberto Seguí, quien veló porque la obra -concluida en 1991- resultara lo más fiel posible a los planos trazados por su autor.

A pesar del invaluable tesoro que representa, la Casa de Cultura de Velasco lleva tres años cerrada al público. En 2013, ante su evidente deterioro, se redoblaron los esfuerzos para que fuese declarada Monumento Nacional. César Hidalgo, conductor del programa radial Huellas, especializado en el patrimonio holguinero, explicó a esta reportera que el único modo de reparar la Casa de Cultura era lograr su catalogación como Monumento Nacional, pero para ello debía primero ser restaurada. La vieja historia del huevo y la gallina.

Un colaborador anónimo aseguró que no han faltado inversionistas foráneos con voluntad de cooperar en la restauración. Pero la inflexible burocracia cubana, sumada al desvío, en 2004, de una cuantiosa suma aportada por un mecenas español para la conservación de la obra, ha hecho desistir a casi todos los interesados.

El quebranto general ocasionado por décadas de abandono y el paso del huracán Sandy en 2012, que arrasó con tejas y cristales, además de haber dañado severamente la carpintería, obligaron a la aprobación, en 2015, de un presupuesto que hoy se invierte a cuentagotas. Mientras, el centro de la vida cultural de Velasco se mantiene cerrado sin que las intervenciones realizadas hayan superado el arreglo de uno de los techos.

Se ha hecho muy poco, después de transcurridos tres años del cierre de la Casa a los usuarios debido a filtraciones que aceleraron el deterioro del inmueble. Rafael Córdova explicó a CubaNet que solo el techo y varios paneles de cristal del salón de danza han sido casi totalmente remozados desde que se iniciaran los trabajos en 2015, con un presupuesto de 173 mil pesos (unos 7 mil dólares).

Las obras, a cargo de una brigada de constructores por cuenta propia, debían extenderse al techo del teatro a partir del 1 de marzo de 2016, pero hasta el momento ha sido imposible contactar a los obreros, de manera que las autoridades implicadas se hallan nuevamente haciendo gestiones de contratación. La suma destinada a esta segunda etapa constructiva oscila en unos 224 mil pesos.

Pese a la indiferencia y las irregularidades, este recinto de la cultura comunitaria conserva muchos de sus accesorios originales: lámparas, cancelas, puertas, galerías… Es casi un milagro que el tiempo apenas haya hecho mella en estos preciosos elementos de diseño que conforman la exquisita visualidad interior de la edificación.

Entre las muchas cosas que definen a Cuba, sobresale el constante deslizamiento por el borde mismo del absurdo y, no pocas veces, el haberse lanzado de bruces a las empresas más ridículas. El empeño de los holguineros en lograr que la Casa de Cultura de Velasco fuese declarada Monumento Nacional, se estrelló contra argumentos que iban desde la insuficiente antigüedad de la construcción hasta la inapropiada localización de la Casa, pues Velasco no representa una atracción turística.

Lo insólito de tales posturas es que si se efectúa una revisión de la arquitectura cubana a partir de 1959, se percibirá que en más de medio siglo poco se ha hecho que valga la pena, lo cual hace incomprensible la dilación a la hora de jerarquizar una de las mejores construcciones del período revolucionario.

¿Qué tanto había que esperar? ¿Acaso es obligatorio que un inmueble posea tejadillo y entresuelo, como las casas coloniales, para optar por la categoría de Patrimonio Nacional? ¿Qué lugar y mérito corresponde a esa arquitectura erigida según los sueños de una revolución naciente, donde se suponía que todo fuese nuevo y osado?

Según Rafael Córdova, el administrador, existe un sobre sellado que contiene la esperada declaración de la Casa de Cultura de Velasco como Monumento Nacional, pero no se puede abrir en tanto la obra no esté del todo remozada. Paradójicamente, oficializar dicho nombramiento podría apresurar la llegada de los recursos necesarios y serían redoblados los esfuerzos para la ansiada restauración del edificio.

La Casa de Cultura de Velasco -hoy Centro Cultural Félix Varona- ha contribuido a visibilizar en el mapa de Cuba este pequeño pueblo de agricultores, que antaño era conocido únicamente por la bondad de su tierra para la siembra de frijoles.

La lenta depauperación del inmueble, su soledad y abandono, constituye una de las mayores contradicciones de la política cultural revolucionaria. ¿Era o no era un precepto del socialismo cubano llevar las artes a los rincones más apartados de la Isla?

Probablemente, al autor de la frase no se le ocurrió que la perseverancia de un aficionado y el genio de un arquitecto colocarían en la punta de una loma, por así decirlo, un auténtico símbolo de revolución cultural en favor de los campesinos. Símbolo que, con el paso inexorable del tiempo, ha demostrado cuánto de falacia había en aquellos discursos fundacionales.

Texto y foto: Ana León
Cubanet, 24 de mazo de 2016.
Leer también: Una joya de la arquitectura cubana.

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