Google
 

miércoles, 1 de julio de 2015

Del pitusa a la minifalda



En Cuba, al jean o vaquero le dicen pitusa. "Pitusa, mucho pitusa". Así describe el consumo de moda Yiusimi, de La Inesita, uno de los locales angostos típicos de La Habana, con sólo un mostrador y pocos percheros. En nada se parece a los shoppings argentinas ni a los centros de compras de otras capitales.

Sobre la peatonal y empedrada calle de Obispo, las vidrieras acumulan prendas que a duras penas se ven a través de vidrios muy envejecidos. En ellas, afiches de perfumes de Lolita Lempika y Nina Ricci conviven con un paisaje de pulóvers (T-shirts) y pantalones fuera de temporada.

Vaqueros lavados, manchados, desteñidos o rotos, más por el tiempo que por la intencionalidad de la moda, son la principal tendencia en esta ciudad donde el habitante medio se arregla con un guardarropa más que básico.

La alternativa al jeans o pitusa es el pantalón camuflado o la minifalda en denim, con blusas o camisetas escotadas. Es que la cubana suele vestirse de manera seductora, con faldas cortas, escotes y tacones altos... heredados de madres, tías o abuelas.

"Por la tarde se arreglan mucho", observa José Luis González, diseñador de vestuario, decorador y ambientador, después de su desfile en el céntrico Hotel Meliá. González pinta sus diseños sobre telas importadas por el gobierno. "Son los extranjeros los que consumen nuestras propuestas, pero a las cubanas también les gustan."

En sus desfiles, frecuentados por extranjeros, familiares y amigos, la modelo principal es una mujer orquesta: de día trabaja en la recepción de un hotel y por la noche en un restaurante de lujo.

Es que la moda en Cuba no es accesible ni rentable, aunque a la mayoría le interesa: el problema es que no hay con qué hacerla ni cómo venderla. La cultura tropical de la isla asoma en vestidos llenos de color, con volados, y en camisetas o camisas muy coloridas.

De esa movida alegre participa todo el mundo, desde vendedores ambulantes de habanos, mujeres que por la calle piden un bolígrafo o un jabón hasta taxistas de coches deportivos, quienes andan en descapotables de los años 50 en llamativos colores rosa, amarillo y turquesa y sólo alquilan a extranjeros.

En la Plaza de las Armas el turista se distingue a la legua por su look, mientras hojea los libros antiguos que ahí venden. Entre las ofertas, Vanidades, revista que antes de la revolución tenía una versión cubana. Un ejemplar muestra en su portada indumentaria de los años 50, cuando la moda parece haberse detenido en Cuba.

De todos modos, estudiantes, universitarios y jóvenes interesados en la moda maximizan recursos para actualizarse, con ropa que pasa de una generación a otra, compras que pueden hacer por las remesas que les llegan de sus familiares en el exterior o gracias a regalos de turistas y amistades foráneas.

Otra opción son las casas de barrio que decoran sus fachadas con ropa tejida a mano, y en su interior ofrecen todo tipo de souvenirs: pequeños autos hechos con viejas latas de refrescos, instrumentos musicales caseros, ceniceros, gorras con la imagen del Che y pinturas en óleo bien aguado. Todo está a la venta.

También en La Habana encuentras marcas como Mango, Zara o United Colors of Benetton, con franquicias en el país, manejadas por el gobierno, que compra a intermediarios textiles producciones de ésas y otras firmas y las revende a los turistas en pequeñas boutiques, pero son muestras desfasadas. La oferta más actualizada es la de los perfumes, que se pueden adquirir en las tiendas de los hoteles cuatro o cinco estrellas.

Roberto es ingeniero y maneja un taxi que era de su abuelo. En el interior, las bocinas de su modelo de los años 50 y su pantalla reproductora de DVD encajan casi perfectamente con su look, como salido de un videoclip: zapatillas (tenis) de marca, cadenas y reloj dorados y jeans que dejan ver sus boxers (calzoncillos). De fondo, hip hop cubano, muy similar al norteamericano. "Mi primo me trae todo de Venezuela. Acá nada de eso se consigue".

Mientras, en el rincón más turístico de la Habana Vieja, mujeres disfrazadas con ropa caribeña, se sientan frente a la Plaza de la Catedral y cobran dos dólares por foto. Dinero que cambiarán por pesos convertibles y que les permitirán comprar una bolsa leche en polvo, detergente y, con suerte, un pitusa.

Varadero, a 140 kilómetros al este de La Habana, es un destino de relax. Playa, mar y sol es la combinación elegida por el turismo internacional. Cuando llueve, las galerías de los hoteles todo incluido, se llenan de turistas. En locales alquilados, reconocidas marcas internacionales a precios altos venden colecciones de temporadas anteriores.

En Cuba circulan dos monedas: el peso cubano (CUP), que es la moneda nacional (MN), y el peso convertible (CUC) que es la divisa. Un helado en Copelia cuesta 2,50 de peso cubano (0,11 centavos de dólares). En un hotel, por el mismo helado, un extranjero paga el equivalente a 11,88 dólares. Gladys García, guía de turismo, explica que la ropa, los productos de aseo y los centros nocturnos son caros porque cobran en CUC".

Publicado en La Nación en 2010, cuando en Cuba aún no había prohibido la venta de ropa a particulares.

Foto: Tomada del blog La chiringa de Cuba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario