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miércoles, 25 de marzo de 2015

Ateo, músico, escritor y caminante


Canek Sánchez Guevara, uno ochenta y ocho de estatura, tiene el cuerpo ligeramente encorvado, como si cargara sobre los hombros todo el peso de su abuelo revolucionario, de la leyenda aún venerada. Viste jeans descoloridos, agujereados, camisa negra y encima de ésta una chaqueta ligera de mezclilla color beige.

Sus botas prietas -desgastadas por el vagabundeo tenaz por América Latina y Europa- son tipo campaña, como las que usaba su abuelo en los primeros combates en la Sierra Maestra. El cabello ondulante lo lleva recogido sobre la cabeza en un nudo sujeto por una liga. Su barba nos recuerda al Che de los primeros años del gobierno revolucionario, una barba sinuosa, con mechones aquí, allá, y notorios islotes de rostro sin cubrir, como la barba del Che en el discurso ante la Asamblea General de la ONU en diciembre del 64. Canek es el nieto del Comandante Ernesto Che Guevara. Nació en 1974 en una casona en Miramar, sobre la Quinta Avenida, el barrio aristócrata de La Habana. Lo han entrevistado Jon Lee Anderson, Jorge Castañeda y Andrés Oppenheimer.

Hijo de Hilda Beatriz Guevara Gadea, la primogénita del Che, aquella niña de ojos achinados que el Che llevaba a su oficina para convivir con ella en medio de sus labores al frente del Ministerio de la Industria. Canek Sánchez Guevara. Ateo. Estudioso. Crítico de la cultura, traductor, músico, fotógrafo, artista, diseñador, editor, periodista, poeta, caminante, nómada incansable, coleccionista de ciudades. Nieto de Hilda Gadea, la primera esposa del Che, la que se la jugó con él, la que vivió con él los tiempos de la formación ideológica y la guerra, la que se desempeñó como representante del gobierno cubano en misiones extranjeras.

Nos encontramos en un café de la colonia Roma. Canek mantiene largo tiempo un cigarro Delicados entre los dedos, de vez en cuando le da golpecitos en la mesa para comprimir el tabaco, juega con él sin encenderlo, mira el entorno, a la gente que pasa, lo que sucede. Le gusta la vida cotidiana. Ejerce una especie de voyerismo intelectualizado. Mira su entorno y luego cierra los ojos para decir:

-Lo hipster (subcultura contemporánea) me recuerda mucho a la adolescencia: toda esa necesidad de llamar la atención, de ser foco, como dicen en La Habana; y, al igual que toda expresión, termina convirtiéndose en moda, cae en una especie de vacío y se convierte en lugar común, en actitud esnobista, en mero culto al objeto. Es una falsa transgresión que surge de la necesidad de cargar consigo algún objeto anacrónico, fuera de lugar, fuera de contexto.

De niño, Canek vivió en el sur de la Ciudad de México y todavía mantiene contacto con sus amigos de la infancia: el chileno Fernando Gaspar es periodista, su mejor amigo, con el que jugaba a ser comunistas; Doménico Espinosa, actor de teatro; Roberto y Raúl son banqueros o algo similar. La escuela se llamaba Alexander Fleming. Ya no existe. Era una escuela curiosa, muy pequeña, minúscula en el sentido estricto del término, un aula por cada grado con no más de quince alumnos. Era una escuela privada, barata, para clase media baja; pero era muy interesante porque era una escuela bastante liberal y moderna.

-Mis amigos y yo nos damos cuenta de que recibimos mucho estímulo en esa escuela. Había clases de música, de artes plásticas, todo muy elemental, pero había algo que nos estimulaba. A pesar de ser una escuelita yo me sentía a gusto.

Trotamundos durante siete años, coleccionista de ciudades, no tiene casa. Vive en casas de amigos. Vivió ocho años en Oaxaca y trabajó ahí como promotor cultural, fundó un despacho de servicios editoriales y prestó sus servicios a galerías, festivales, museos y revistas culturales.

-Necesito cambiar de rutina constantemente. Necesito tener una rutina, pero no siempre la misma.

Su voz tiene un acento grave, profundo, fusión de la modulación cubana y la cadencia suave de la entonación chilanga. Cuando le pregunto de política, enciende el cigarro.

-Me fascina la discusión política e ideológica, pero soy completamente apolítico en el sentido apartidista del término –dice y da una bocanada de humo perdiendo la mirada en el techo. Le gusta preguntárselo todo, darle vueltas a todo porque las cosas no se manifiestan en blanco y negro.

Canek piensa que las izquierdas latinoamericanas están todavía amuralladas y que no quieren ver. Canek piensa que uno de los valores de la izquierda clásica era el internacionalismo, y que uno de los valores de la izquierda de hoy es el nacionalismo: un valor de la derecha fascista. Canek piensa que hay contradicciones brutales dentro de las izquierdas; por ejemplo, la izquierda indigenista es anti-nazi -obviamente- pero reivindica la pureza racial del pueblo indígena. Canek piensa que las izquierdas latinoamericanas son altamente autoritarias y estatistas, que la disolución del Estado para ellas ha quedado completamente en el olvido y que han adoptado la premisa del fascismo de que el Estado lo es todo.

Canek piensa, además, que el de Cuba es un socialismo monárquico hereditario. Canek piensa que hay sectores de la izquierda que todavía juzgan de derecha, reaccionaria y burguesa cualquier crítica al gobierno venezolano, pese a todas las evidencias en su contra. Canek piensa que Nicolás Maduro está podrido. Canek piensa que cuando alguien piensa que, al lado de Nicolás Maduro, Hugo Chávez era un genio, está jodido de verdad. Canek piensa que la izquierda mexicana no aceptaría un Fidel Castro en México, ni un Nicolás Maduro. Canek piensa. Piensa Canek.

Y, sin embargo, Canek pide no ser malinterpretado. Sostiene que todas las transformaciones encabezadas por los gobiernos de izquierda en América Latina inevitablemente dejan algo de positivo en la sociedad en la que ocurren. Sostiene que es evidente que el chavismo transformó cosas necesarias, como ocurrió con los gobiernos de Bolivia, Argentina, Nicaragua; pero, sostiene, también engendraron nuevas injusticias. Desconfía de las reivindicaciones socialistas que parten de Estados que evidentemente no lo son en el sentido más claro del término: si no hay economía socialista ¿qué clase de socialismo puede haber?

-¿Y José Mújica?

-José Mújica es una excepción. No se ve todos los días que un dinosaurio de la vieja izquierda se recicle de tal manera. Eso es excepcional, como fue excepcional la guerrilla uruguaya respecto a las guerrillas de la época en otras regiones del continente. Sin embargo, todas las grandes reformas promovidas por José Mújica son liberales, no socialistas. La despenalización de las drogas o de la homosexualidad son reformas liberales. Recordemos que los socialistas persiguieron las drogas y la homosexualidad brutalmente. El de Uruguay es un liberalismo grande, verdadero, incompleto si se quiere, pero lo es porque no hay un tope para el desarrollo ni para la democracia ni para la libertad. Todos los días nacen nuevas aspiraciones, nuevos deseos de ser libres. Siempre se podrá aspirar a más.

El día de su cumpleaños lo suele pasar en la cama. Es un ritual que tiene desde la infancia. Ese día no sale de casa y se pasa todo el día leyendo, viendo películas sin contestar el teléfono. Su cumpleaños es una festividad individual, íntima. Otro de sus rituales es que el día del cumpleaños de su madre -fallecida en La Habana en 1995- Canek se encierra todo el día y se bebe una botella de ron con ella. Y en ese encuentro sale todo: las cosas que no se dijeron, los reproches.

-¿Cuándo fue la última vez que lloraste?

-Fue en 2013. No cumplí con el ritual que cada año celebro en memoria de mi madre y exploté en llanto por eso y por mil problemas que tenía a mi alrededor. Sin embargo, no fue un llanto por su muerte o por el totalitarismo de la ausencia, no por las cosas que no le dije o que sí le dije. No fue por algo en concreto, no fue un estallido de llanto a causa de algo o por algo, sino por todo lo que representa en mi vida, por todo lo que yo recuerdo.

Se acaricia la barba. Apoya la mano pensativo. El párpado izquierdo se abre y se cierra sutilmente. Comienzan a molestarle mis preguntas sobre su infancia. A él le gusta hablar de política, de filosofía, de novelas, de cultura. Su mirada va constantemente de nuestra mesa a la avenida Álvaro Obregón y de ésta a nuestra mesa. Sigue a los transeúntes con la mirada, ve los árboles, ve un perro que es corregido por su dueño, sonríe. El sol está ahí con ínfulas de sol primaveral. Insisto y le pregunto por su infancia.

Nació en La Habana y vivió la niñez en Milán, en Barcelona y en la Ciudad de México. Sus padres -Hilda y Alberto- estaban muy metidos en la militancia de la nueva izquierda, una izquierda que ya no era estalinista, y estaban muy involucrados con organizaciones y publicaciones italianas. En Barcelona cursó el primer año de primaria y también fue una época de militancia y publicaciones para sus padres.

-Por supuesto que todo eso me resulta más o menos ajeno, aún cuando mis mejores amigos eran hijos de compañeros de mi padre en revistas o sindicatos. Después venimos a México donde estudié de segundo a sexto grado.

Canek tiene un hermano. Se llama Camilo. Es diseñador. Vive en Pachuca. Se lleva muy bien con él y lo admira de verdad. Dice que su hermano vive la vida con una normalidad tremenda, alejado de la discusión histórica, política e ideológica acerca del Che y de lo que significa el Guevara público. La actitud de mi hermano es la más sana del planeta, dice Canek.

Al concluir la educación primaria en México, Canek regresó a La Habana con su madre y su hermano Camilo. La secundaria la cursó en la escuela Carlos J. Finlay.

-¿Cómo eran tus días en la secundaria? ¿Te jodían mucho?

-Había profesores que me jodían mucho con eso de ser un ejemplo, estar a la altura de, ya sabes. Pero a mis amigos les valía pinga. Yo acababa de volver a Cuba, la estaba descubriendo y todo me parecía fascinante. Bien o mal, si tú quieres, pero la fascinación es neutra, independientemente si una realidad te gusta o no, si participas de ella o no.

Da un intenso jalón al humo del cigarro, lo aspira a profundidad y lo sostiene hasta que el humo se cuela entre sus palabras.

-Además, la adolescencia es la etapa en la que empiezas a pensar y eso hizo del descubrimiento de Cuba una experiencia doblemente interesante. Un adolescente en un país a la vez tan cercano y tan lejano. Descubrí a la vez una Cuba altamente ideologizada y un Canek que no conocía, al Canek que se estaba gestando, dice y cruza los brazos.

Así, en la Cuba de su adolescencia comenzaron a nacer todas las pasiones que todavía lo mueven. La literatura, la fotografía, la música, el diseño, la amistad, la conversación, el cine. En su casa siempre vio leer a sus padres, siempre había música, siempre había idas al cine. La adolescencia fue un gran momento de su vida porque ahí se definieron muchas de sus obsesiones.

-Tuve grupos de amigos –no un grupo sino grupos de amigos– con distintas obsesiones, con distintos rituales sociales y gustos colectivos que influyeron mucho en mí y valoro muchísimo. Viví momentos muy interesantes en una Cuba con gran presencia policíaca que me afectó como adolescente. También tenía amigos mayores que yo, amigos de treinta o cuarenta años que me escuchaban y me daban ánimo cuando dejé la escuela formal (que no los estudios) para entrar, a los quince años, como aprendiz de fotógrafo en el periódico Juventud Rebelde. En esos años elaboré un fanzine de rock en La Habana, fotocopiado y distribuido entre los amigos. Viví un ambiente cultural muy interesante que orbitaba entre conciertos, exposiciones, rupturas, exploraciones, viajes a las provincias de Cuba, acampadas y producción artística.

Alberto, su padre, nos cuenta del Canek de aquellos años. La primera revista la editó cuando tenía 16. Su primer libro de poesía lo escribió a los 18 y lo editó a los 21. Ha trabajado en editoriales de Barcelona, ha sido traducido al francés y al sueco, y recientemente publicó en España una edición comentada del libro Che: Diario de Bolivia, en la editorial Linkgua.

Sin embargo, Canek no añora la adolescencia, no la quiere repetir, dice. Vivió una adolescencia feliz, con todos los dramas que se viven cuando eres adolescente. Descubrió el amor, el sexo, las grandes lecturas; descubrió el gran cine, la danza (las bailarinas eran otra de sus obsesiones), el teatro.

-La enseñanza más grande de mi madre la recibí en la adolescencia, en esa etapa en la que me volvía cada vez más antisocial, rebelde, greñudo, rockero, callejero. Una etapa también en la que yo recibía más reproches sociales, el ejemplo que debía dar, la responsabilidad del apellido y cosas de ésas. Mi madre me ayudó mucho a enfrentar esta vida individual. Me decía “tú eres tú, tu abuelo es tu abuelo y nadie tiene derecho a exigirte absolutamente nada por algo que tu abuelo haya hecho o dejado de hacer.” Mi madre fue una gran aliada para superar este tipo de conflictos.

Termina el cigarro, apaga la colilla y se deshace de ella. Los rayos del sol hacen de su barba una selva iluminada, con el mismo desorden de quien acaba de llegar de un largo viaje. A Canek no le ha sido fácil ser nieto de una leyenda venerada. Es una condición aplastante, dice Alberto, el padre de Canek. El peso del mito en la vida de un niño, de un adolescente, de un joven. La angustia del mito que se gestó en el cerebro de la gente. Canek lo sufre como lo sufrió su madre. Había que escapar, había que instalarse con otros nombres y no decirle a nadie. Nadie lo sabía.

Nadie sabía que Hilda era la hija del Che. A su padre le decía –y aun le dice– Flaco. A su madre le decía Aurora. Canek vivió la infancia en la clandestinidad y no conoció el nombre verdadero de su madre hasta que cumplió seis años. Entonces, era necesario mantenerse así porque fue un tiempo de persecución y clandestinidad. Otra época. Ahora el pasado, dice su padre, se ha vuelto cosa personal y privado.

Con todo, Canek no se queja de su vida porque ha tenido la libertad de elegir. Sus padres le dieron la libertad de cometer sus propios errores, el derecho a equivocarse por sí mismo. Eso es fundamental, dice. Si de algo se siente orgulloso es de la libertad que ha tenido para construir su vida con base en sus obsesiones:

La principal: la literatura.

Observar la vida cotidiana.

Ejercer la libertad individual.

Discutir sobre política.

Ver una película cada día.

Escuchar música poniendo toda la atención y los sentidos.

Ejercer el derecho a no trabajar.

Ejercer el derecho al tiempo libre como el lugar en el que uno se encuentra con sus obsesiones y sus placeres.

Construir una vida laboral en torno a lo que de verdad se ama.

Las mujeres, el amor y el sexo, que no necesariamente vienen juntas.

-¿Y cómo ha sido tu relación con las mujeres?

–Fascinante, fatal, muy rica, con humores, dolores, desamores, pasiones, desapasionamientos, olvidos. Mi vida sexual comenzó muy temprano en aquella Cuba enloquecida.

No tiene pareja y desde su última separación ha esquivado toda relación formal. Vivió en pareja desde los quince años hasta los treinta y dos. Y desde la última separación se ha entregado a la vida consigo mismo. En realidad, siempre ha sido un individualista encerrado en sus obsesiones y es muy difícil sacarle de ahí.

–Vivo más ligero conmigo mismo. Estoy mejor solo; pero no me niego a los amores, solo necesito descansar de la vida en común. Esta mañana estaba leyendo a Santa Teresa. ¿Por qué? No me preguntes. La belleza estética suele estar muy por encima de cualquier atributo ideológico o religioso. Al menos yo la quiero ver así. Son indisolubles. Por ejemplo, la barbarie nazi no le quita ni un ápice de belleza a la obra cinematográfica de Leni Riefenstahl, ni la barbarie estalinista le quita belleza a los cantos del Coro del Ejército Rojo.

Un mechón de cabello le cae sobre la frente. Su mirada y su sonrisa son las propias de los cínicos que saben cómo funciona el mundo, que saben que la política real no tiene nada que ver con las visiones ideológicas o programáticas de uno u otro bando sino con negociaciones reales y traiciones. Ese cinismo de ver la vida sin romanticismos –que no quiere decir negar lo romántico de la vida– se lo transmitió su padre. Su madre tenía una visión quizás más romántica, dice Canek, pero sin perder del todo la frialdad del análisis.

-¿Qué tal te llevas con tu padre?

-Mi padre y yo somos muy buenos amigos. Cada vez que nos reunimos mantenemos larguísimas conversaciones, a veces hasta las seis de la mañana. También sus obsesiones orbitan en torno a la política, la historia, la ideología, los libros. Mi padre ha sido tan importante como mi madre en mi formación individual. Alberto e Hilda han sido muy importantes en el individuo llamado Canek. Sin embargo, no nos vemos mucho, nos hemos acostumbrado a vivir lejos. Mi padre es un genuino libertario, un genuino individualista, un genuino cínico en el mejor sentido del término. Mis padres me enseñaron la reivindicación del ser individual, el derecho a cometer los propios errores, a vivir la propia vida. “Vive tu vida” es la gran enseñanza de mis padres. Mi padre vive su propia vida por allá, yo vivo mi propia vida por acá, y cuando nos juntamos hacemos un gran recuento de lo que hemos descubierto en estos tiempos de ausencia.

Canek tiene 40 años, su padre 62. Él le transmitió el gran furor por la edición, por la fotografía, por el diseño. Alberto le enseñó a analizar obras escritas y visuales de todo tipo, y hoy intercambian textos que comentan y discuten. Emocionado, Alberto habla del portal de Canek: Textocracia. Un portal que Canek fundó para compartir textos con los que él se ha maravillado y abrir así canales de conversación sobre los grandes pensadores que dejaron marca en la discusión de su tiempo. Eso, dice su padre, le provoca a Canek una gran excitación intelectual y lo comparte. Son textos brillantes e inteligentes de escritores de los siglos XIX y XX que Canek juzga necesarios dar a conocer. Una página generosa, gratuita, con textos difíciles de conseguir en otros lugares. A veces, su padre traduce textos para Textocracia.

Desde una cabaña en el estado de Hidalgo, Alberto nos cuenta vía telefónica que Canek fue un niño que levantaba ciudades completas con Lego, esos bloques de plástico que se interconectan para armar cosas. Alzaba con Lego edificios completos, dice con voz cálida y amena. Su padre le compraba cajas y cajas de esos bloques de plástico, y armaba grandes ciudades del futuro. Canek tenía cinco o seis años y, a veces, su padre lo sorprendía a las dos o tres de la mañana, en la sala de la casa, con la luz encendida, armando cosas con el Lego.

Desde niño era muy independiente, dice su padre. Era un niño que se despegaba y se desaparecía en el supermercado, en la calle, en la sala de espera del aeropuerto, en un concierto. Se iba caminando sin que sus padres se dieran cuenta. Luego lo encontraban caminando sobre una barda o en situaciones de peligro. No era un niño se esos pegados al padre o a la madre, de esos que van por las calles agarrados de la mano. No. Canek niño que escapaba, que se iba, que exploraba, curioseaba. No era ni asustadizo ni inseguro.

Cuenta el padre que en una ocasión se les perdió el pequeño Canek en un zoológico en Europa. Tenía apenas dos años y medio. Lo buscamos como locos, dice. Canek se había metido al área de los elefantes para alimentar con galletas a uno de ellos. Lo encontraron en medio de las dos gigantescas patas, debajo de la trompa. Sus padres aterrorizados, sin saber qué hacer, temían que el animal fuera a aplastar a Canek. Los turistas tomaban fotos con desesperación. Alberto brincó la cerca y llamó a Canek sin acercarse a los enormes animales, pero Canek no quería moverse de ahí. Quería alimentar a los elefantes.

Dice Canek:

-La vida de uno –cualquiera que sea este uno– está compuesta de miles de pequeños, pequeñísimos o grandes o medianos gestos, pasiones, obsesiones, taras, dolores, amores, desintereses, en fin, está compuesta de pequeñeces cotidianas que pueden ser muy importantes para ti y no tener ninguna importancia para el otro o viceversa. Normalmente las cosas más importantes para uno son aquellas que no le interesan a nadie, en el sentido más amplio del término noleinteresananadie.

-Estoy hecho de secretos y verdades. Estoy hecho de sentimientos y sensaciones. Estoy hecho de pretensiones y de desintereses. No solo las cosas que me interesan son importantes para mí, también aquellas cosas que no me interesan son importantes. Por ejemplo, ir de compras. Me atosiga ir de compras. Me pone de malas. Y sobre todo cuando tengo que ir a comprar ropa. Prefiero meterme a una tienda de ropa usada donde haya cuatro cosas, que tener que romperme la cabeza buscando qué elegir en un gran almacén. Tampoco me gusta la música pop, que según el día me pone de malas. Me desagrada.

-Creo que soy un tipo complejo porque me fascinan las complicaciones de la vida. Si hay algo que me disgusta es la idea de ver la vida en dicotomías. Vivo constantemente preguntándome. Cuando veo un gesto cualquiera no me pregunto si eso está bien o está mal sino por todas las ramificaciones anteriores y posteriores posibles de ese gesto cualquiera. Y empiezo a preguntarme por todo, desde las relaciones de producción habidas en ese gesto cualquiera hasta las construcciones sentimentales que están ahí. El gran motor de mi vida es esa curiosidad, que incluye por supuesto las cosas que no me provocan curiosidad alguna. Y entonces comienzo a preguntarme por qué tal cosa no me produce curiosidad.

Canek Sánchez Guevara. Un intelectual que no reprocha a la dictadura cubana ser comunista, sino no serlo de verdad, por no haber liberado al pueblo, por no haber cumplido sus promesas revolucionarias. Canek Sánchez Guevara. Un intelectual que no obstante considerar que Fidel Castro es un traidor y subrayar el estrepitoso fracaso de un ideal falsificado, aun cree en la Utopía, aunque desprecia el totalitarismo de la Utopía absoluta; es decir, desprecia la idea de que alguien tenga la idea de que tiene la idea de cómo resolver todos los problemas de una sociedad. Canek Sánchez Guevara convoca:

-Todo el mundo debe crear su propia Utopía, un deseo de ser, un gran sueño, una Utopía en el sentido de una sociedad dentro de la cual se resuelven las grandes contradicciones y los grandes conflictos sociales. Es necesario tener un sueño y perseguirlo. Lo más rescatable del Che es, precisamente, esa coherencia vital que lo animaba, esa coherencia vital que lo llevó a la muerte, que lo llevó a morir persiguiendo su gran sueño. El ejemplo del Che es la entrega total a la idea que se persigue, esa consecuencia consigo mismo por encima de todo y de todos. La gran pasión por la aventura misma de perseguir una Utopía.

El 22 de mayo de 2014, Canek Sánchez Guevara festejó su cumpleaños en la cama, en completa soledad, sin atender llamadas.

Texto y fotos: Javier de la Mora
Spleen Journal, 21 de enero de 2015.
Leer también: Gorki en Nueva York.

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