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lunes, 13 de octubre de 2014

Réquiem por las posadas


Como la letra de aquel viejo tango agridulce, “caminito que el tiempo ha borrado”, así también quedaron dentro del “cagastrismo” las posadas cubanas, tal vez la última expresión de libertad corporal que el régimen permitía sin su vigilancia total.

En el directorio telefónico de Ciudad de La Habana en 1979 estaban registradas 57 posadas, unos años después en 1989 quedaban 31. Hoy en día no sobrevive ninguna.

Las posadas, o su revolucionario nombre de Albergues INIT, cambiaron su rostro a medida que la vieja dama indigna del socialismo envejeció.

Así de lugares medio misteriosos, silenciosos, cómplices y discretos como se caracterizaron al principio, se convirtieron después en ruidosos, indiscretos y sobre todo desagradables.

Si las “señoritas” que decidían desfogar sus hormonas se escondían en una esquina en las primeras décadas del desastre revolucionario y era el novio el que llegaba a la cola para marcar, en los años siguientes ellas mismas preguntaban: ¿Quién es el último?

Esperar por hacer el sexo se transformó en una tertulia donde muchas veces se hablaba de la película de acción de turno, las habilidades de un pelotero hasta de la política internacional con una participación de todos los que estaban en la fila.

Lo peor de aquel trance sexual eran los cuartos malolientes, con aquel tufillo a rancio y fluidos corporales cortados que podrían espantar a cualquiera no nacido dentro de la isla.

Lo mejor, aparte del jolgorio carnal, era leer los graffiti en las paredes con redacciones groseras y faltas de ortografías como “Aquí estubo Pepe con Carmita y hecharon cuatro palos” o los poéticos edulcorados de “Juan ama hasta la eternidad a Yiya”. Por supuesto alguna que otra vez aparecían los “Abajo Fidel”.

Y como la demanda del jubileo siempre estaba arriba de la oferta, los ardorosos cubanos trataban de buscar las mejores posadas, aunque en una madrugada de rones y apretones mal contenidos cualquier sitio resultaba bueno.

La pasión muchas veces nos hizo cerrar los ojos ante los colchones en mal estado, paredes carcomidas por la humedad y la ausencia de acondicionadores de aires o ventiladores en aquellas tristes habitaciones sin amor preparadas para hacer el amor.

Quizás muchos recuerden algunos de estos nombres de posadas como la popular 11 y 24 del Vedado, Las Casitas de Ayestarán, La Campiña, La Canadá Dry, Venus, Dos Palmas, Aseo, Serafines, El Morro, La Monumental, Isla de Chipre, Areca, entre otras, fueron muy populares. Hoy no existen para ese cometido social. La magnánima revolución decidió darle otro cometido a los legendarios albergues.

No importa que las parejas tengan problemas graves de vivienda y solo en uno de esos recintos pueden tener un poco de libertad sexual sin molestar a sus parientes donde viven agregados. Eso no importa.

No importa que la gente tenga necesidades físicas y normales de querer hacer el sexo. Eso no importa.

La crisis económica y, sobre todo, la crisis por la falta de casas, convirtieron a las posadas en refugios para familias damnificadas por ciclones, derrumbes o la combinación de ambos.

El régimen decidió “penetrar” una vez más a la sociedad con la idea de que en este caso, esas instalaciones debían entregarse como albergues a las personas que no tenían casa. ¡Qué maravilla, qué generosidad, qué altruismo socialista¡.

Pero siempre hay cubanos con chispa y entendimiento del negocio, quienes transformaron sus casas en posadas. Cobran por hora o por noche. Los cuartos tienen aire acondicionado, televisor, equipo de video y peliculitas pornográficas. Con un costo de cinco pesos convertibles.

Otras de esas viviendas-posadas-familiares que no tienen aire acondicionado, sino ventilador, cobran entre 60 y 80 pesos por tres horas con una buena higiene, según me comentó un conocido.

Y, por supuesto, no todos tienen esa posibilidad y deben recurrir entonces a escaleras, azoteas, pasillos y parques, en un sexo sin barreras, por llanos y montañas.

A los hombres y mujeres de mediana edad nos quedará el reflejo pavloviano de “levantarnos el ánimo” unos y "sofocarse" otros, al recordar esos días de posadas y amores a veces prohibidos.

Los más jóvenes quizás no entiendan este réquiem por las posadas, otra víctima más en este medio siglo de locuras “cagastrísticas”.

Gilberto Dihigo

El Palenque de Dihigo, 17 de enero de 2011.

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