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viernes, 3 de octubre de 2014

Injusticias de la música, a la cubana



A Maggie Prior la vi por primera vez cuando tenía unos once años. Había ido con mis padres a la casa de un eminente ingeniero cubano, donde tenía lugar una descarga y alli estaba Paquito D’Rivera al saxo y el clarinete, Maggie Prior cantando, Carlos del Puerto en el contrabajo, en la guitarra Carlos Emilio, y en la percusión y batería Enrique Pla. Paquito puede refrescarme la memoria en esto.

Desde chico, la música me atraía muchísimo, y luego, ya de adolescente vi a Maggie Prior en varias descargas, y poco antes de su deceso, en el Patio en la Plaza de la Catedral de la Habana, en una descarga que dio ella acompañada de un guitarrista, una flautista, y un percusionista.

Una vergüenza que por decreto de los burócratas del castrofascismo su voz quede solo en nuestras memorias y no en una cinta. En mi mente infantil, a mí me recordaba a un pájaro, porque cantaba las notas como después hemos visto hacer a tantas cantantes de jazz, jazz latino, y jazz brasilero.

Por alguna razón, la voz privilegiada de Maggie Prior no era del agrado de los burócratas del régimen y jamás hizo un disco. Tampoco la pasaban por la radio y sólo quienes asistían a sus descargas o sus colegas músicos, tenían el privilegio de poderla escuchar. La casa disquera -la veintiúnica- del régimen, la EGREM no le prestó jamás la menor atención.

A Senén Suárez (Matanzas1922-La Habana 2013) ya lo he mencionado en anteriores textos. Tuve el placer y el privilegio de conocerle en mi adolescencia, cuando chocaba por primera vez contra las cuerdas, no en el cuadrilátero de boxeo, que mucho cariño le tenía a mi cara, pero sí con las seis cuerdas de la guitarra y las cuatro del bajo.

Conocía a Felipe Dulzaides, y una vez ambos maestros tocaron juntos en el Riviera y allí conocí a Senén. Él tocaba la guitarra eléctrica no como se dice, "después de Tropicana", sino desde 1957. Primero una guitarra acústica electrificada y más tarde una Gibson 150 ES, con la que grabó sus primeros éxitos para Decca, los mismos que llegaron a Londres y atrajeron por su estilo a un joven llamado Eric Patrick Clapton.

Su estilo fue copiado por Carlos Santana, que lo ha vendido como 'Latin Rock' y como suyo. En realidad, lo que se puede escuchar en un disco de Santana fue creado hace mucho por el Maestro Senén Suárez. Quiero decir que Clapton hace una mejor interpretación del Rock Cubano -llamémoslo por su nombre- de Senén Suárez que la copia de Carlos Santana.

Más tarde, recuerdo haber ido a casa de Senén y visto su guitarra, una Crucianelli italiana modelo España, de color rojo. Nunca la toqué porque las cuerdas estaban montadas para un zurdo como era el gran guajiro. Le llamo guajiro, porque Senén se llamó siempre a sí mismo guajiro, y porque además de ser un guitarrista (al cual muchos guitarristas con educación formal despreciaban, pero lo despreciaban por envidia a su estilo impecable) era un tresero impresionante. La primera vez que vi un tres de cerca fue con él, y también la única vez que vi un tres electrificado.

Senén Suárez tenía mucha influencia de las frases del piano en el son montuno, y eso se aprecia en sus grabaciones. Después de 1980 cayó en desgracia, y casi no se le veía en público, y creo que se retira en el 87. Ya casi no tocaba en público, y sé de buena tinta que Senén no quiso tocar con Ry Cooder no porque estuviera viejo, o cansado, o porque desde hacía años no tocaba (en público, porque en su casa tocaba todos los días, y con los jóvenes visitantes lo hacía con mucho gusto).

No quiso tocar con Ryder porque era un proyecto que lanzaba y auspiciaba el mismo sector del “ministerio de la incultura” (Senén se reiría al leer esto), que tanto le había rechazado. El instituto de la música de ese mismo ministerio siempre le dio la espalda. Algo que a mí nunca me extrañó. Siempre le dieron 'bola' (respaldaron) a un grupito de incondicionales y punto.

La 'bola' (el respaldo) no siempre tenía matiz político, aunque esa componente estaba presente como una amenaza. Un músico partidario del régimen abiertamente, que se prestase a participar en mítines de repudio o eventos de apoyo a la dictadura no tenía mucho de que preocuparse. Para otros, lo que se les venía encima se les venia encima como una aplanadora de vapor con pinchos en los cilindros, pero con un disfraz académico. Era la temida "comisión evaluadora" de músicos, solistas, y agrupaciones musicales.

Dicha comisión, aparte del consabido aval ideológico, clasificaba a los músicos como A, B, o C. Para ellos, la instrucción musical tradicional no contaba mucho, y menos el talento artístico innato. Las escuelas de “capacitación” , los conservatorios de nivel “medio” y otras invenciones y engendros socialistas, eran los que determinaban el nivel de un músico o solista, y por tanto, de una agrupación.

Una orquesta de categoría B solo podía ofrecer empleo a músicos B, por decreto de la comisión, ya que un músico A estaría sobrecalificado. Por tanto, ellos y solo ellos, podrían determinar la calificación de un músico, independientemente del talento y de su aceptación popular.

No hablemos de la aceptación de la crítica oficial, que estaba determinada por la ideología. Imaginemos que un músico del talento de Paco de Lucía, no tendría evaluación porque no había pasado por un conservatorio. O un cantante del talento de Benny Moré, que tampoco había pasado por una educación vocal. Y naturalmente, no había plaza para una mujer como Maggie Prior que, además, se dedicaba a un género semi-proscrito por el régimen.

Los intérpretes de la música popular cubana que no tenían una formación de conservatorio, pero que escribían magníficas canciones en cuanto a música y letra, y tocaban sus instrumentos de oído, se veían desplazados a un rango inferior y les daban un salario mínimo, a pesar de que les ponían a tocar en cualquier instalación turística y la recolección en moneda dura iba toda para la bolsa dictatorial.

Por otra parte, el país era visitado constantemente por músicos de la izquierda estadounidense, española y latinoamericana, muchos de ellos sin formación musical tampoco, pero por el solo hecho de ser extranjeros eran ya considerados de más valor por los personeros del “misterio de la incultura”. En fin, el talento musical quedó cuantificado y calificado por esquemas ajenos al verdadero talento, y sobre todo, ajeno a la apreciación musical de un público que de exigente paso a indiferente, y en un mundo en que el talento fue rápidamente sustituido por la chusmería y la vulgaridad.

El talento, poco a poco, se fue convirtiendo en una marca sospechosa, que llevó a muchos músicos cubanos al exilio, donde recibieron poco reconocimiento. Hoy en día, desgraciadamente los mismos de poco talento y mucho reconocimiento en Cuba, gozan reconocimiento en las comunidades de emigrados -ojo que no les llamo exiliados- para gran vergüenza. La injusticia también se exporta.

Charlie Bravo
Foto: Una de las últimas fotos de Senén Suárez, tomada de su blog (http://senen-suarez.blogspot.com).

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