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viernes, 13 de junio de 2014

Boleros en fade


Aquellos tiempos de cantinas, vitrolas y boleros que se escuchaban mientras se bebía una cerveza y se comían empellitas de puerco ya es una historia en la distancia.

Ahora es cosa de viejos. O nostálgicos. Todavía, por suerte, cada mañana, una hora antes de la once, por la ventana de mi cuarto se cuelan canciones de Vicentico Valdés y Benny Moré. Un vecino de 76 años las suele oír por la emisora capitalina COCO.

“Cómo olvidar a Olga Guillot, Blanca Rosa Gil, Orlando Contreras, Fernando Álvarez, la Freddy o la Lupe. No solo cantaban con el corazón, también nos contaban de esos amores rotos que al menos una vez en la vida hemos sufrido”, dice con añoranza mi vecino.

Quince años atrás, cuando visitaba el apartamento del poeta y periodista Raúl Rivero, en la barriada pobre y sucia de La Victoria, en Centro Habana, lo recuerdo sentado en un sillón blanco, escuchando ensimismado un bolero de Olga Guillot, con un cigarrillo humeante entre los dedos que amenazaba con quemarle la mano.

Después de terminar el bolero, el poeta cobraba vida. Ahora mismo, purga su disidencia y su pluma libre en un piso de Madrid. Es uno entre muchos desterrados políticos de los hermanos Castro.

Tal vez alguna madrugada, Rivero crea escuchar a lo lejos cantar al gallo de Morón. O después del almuerzo le pida una raspadura a Blanca, su esposa. O llame a Miami a sus hijas Cristina y María Karla, para que el domingo lo acompañen a dar una vuelta por el Malecón.

Muchos de nuestros familiares en el exilio suelen dormir con sus nostalgias debajo de la almohada. Hace un par de años, Raúl Rivero escribió en El Mundo una soberbia crónica: decía:

"Bartolomé Maximiliano Moré, un negro santo, una leyenda de la música popular, que enseñó en América que el bolero es un poema que se deja bailar, llegó a ser tan informal a la hora de presentarse a trabajar con su banda gigante, que en Cuba, México y Venezuela se anunciaban sus actuaciones en los estadios y plazas públicas con este prodigio de la duda: ¿Vendrá o no vendrá el Benny?"

Siento pena por mi vecino y por desterrados como mi amigo Raúl. Y es que el bolero en Cuba marcha un inexorable proceso de extinción. Los locuaces choferes de viejos autos de alquiler en La Habana, en sus reproductores solo tienen espacio para el escandaloso y grosero reguetón.

Mientras más alto el volumen, mejor. En las discotecas es de mal gusto o tener un pésimo sentido del ‘bisne’, contratar a alguien que cante boleros. “Solo en las ‘discotembas’ contratamos a un pobre diablo para que interprete cuatro o cincos bolerones. Pero la cuenta no da. Apenas vienen gente”, señala el gerente de un centro nocturno habanero.

La moda es hacer negocios -las ganancias se reparten mitad por mitad- con reguetoneros como el Yonqui, el Micha o Los Desiguales. Es lo que hay. Mi vecino se tendrá que conformar con seguir oyendo boleros en su añejo radio ruso Vef 206.

Y Raúl Rivero deberá tener a buen recaudo sus grabaciones de Olga, Vicentico y el Benny, y las lleve consigo cuando regrese. Para entonces, es probable que el reguetón haya terminado su faena de sepultar al bolero.

Iván García

Video: Una de las primeras grabaciones de Olga Guillot (1945, Panart) fue el bolero-jazz Stormy Weather, en español conocida por Lluvia gris. Escrita en 1933 por Harold Arlen y Ted Koehler, Stormy Weather es un clásico del jazz de todos los tiempos. Por primera vez la interpretó Ethel Waters, durante una actuación en el Cotton Club de Harlem.

En 1943, Stormy Weather se popularizaría en la voz de Lena Horne, protagonista del filme homónimo. Ella Fitzgerald y Frank Sinatra también la incluyeron en su repertorio.

En 2003, la versión de Ethel Waters (1896-1977) fue incluida en el Grammy Hall of Fame, y en 2004 en el National Recording Registry, en la Biblioteca del Congreso, Washington.

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