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viernes, 25 de octubre de 2013

Govantes y Cabarrocas (III y final)



Con el nacimiento en 1902 de la República de Cuba, surgió en la isla un nuevo tipo de coleccionista que privilegiaba el arte internacional como expresión de prestigio social. Para adquirir este arte creado fuera de nuestras fronteras se necesitaba, sin dudas, una riqueza económica notoria.

Pero frente a estas grandes colecciones como la de la Condesa de Revilla Camargo o la de Julio Lobo Olavarría, surgió un coleccionismo de arte cubano protagonizado por profesionales. Ejercían diversas ocupaciones (abogados, arquitectos, médicos) y poseían menor solvencia financiera. Pero en ejercicio de un gusto nacionalista, se convirtieron en los mejores mecenas de las artes visuales cubanas.

Entre las figuras que adquirieron arte cubano resulta imprescindible el nombre de Evelio Govantes Fuertes (La Habana 1886–Florida 1981). Probablemente el coleccionista más importante del arte colonial en Cuba, Govantes fue una de las figuras claves para el desarrollo de la arquitectura durante el período 1902-1933. Graduado en la Universidad de la Habana de Ingeniería Civil y Arquitectura (1907), por su participación en importantes proyectos fue designado Director de Obras Públicas Municipales (1913-1925) y con posterioridad fue nombrado Jefe de Fomento Municipal en la capital.

Frente a la dirección de Fomento, diseñó un plan de obras públicas de gran impacto que incluyó por vez primera la restauración de edificios públicos erigidos durante la dominación española, como el Templete, el Palacio del Segundo Cabo y el Palacio de los Capitanes Generales, obras que realiza junto a Félix Cabarrocas. Dichas restauraciones le dieron su aspecto actual a estas edificaciones, fue retirado el repello de los exteriores y quedaron expuestos la roca conchífera y el trabajo de sillería de la arquitectura colonial.

También por iniciativa de Govantes, la Plaza de Armas y la Catedral de La Habana fueron declaradas Monumento Nacional; se eliminó el tendido eléctrico aéreo en la zona histórica para ser sustituido por el cableado soterrado, y se promovió la idea de devolver a las calles de La Habana los nombres coloniales que pervivían en la memoria y uso de los habaneros. En 1929, el Pabellón de Cuba en la Exposición de Sevilla, diseñado por Govantes y Cabarrocas, fue galardonado con el Gran Premio.

Pero el Govantes coleccionista es un aspecto desconocido en la historia del arte cubano. Es difícil precisar el nacimiento de esta afición, pero ya en 1922 estaba totalmente enfocado en el arte colonial. Así lo atestigua su texto 'Vicente Escobar, uno de los precursores de la pintura en Cuba', fechado en ese año. El estudio sobre el pintor fue de importancia capital para la historia del arte en Cuba. Colocó en un contexto histórico el nacimiento de las artes en la Isla, los primeros grabadores, las pinturas murales y decoraciones que embellecieron viviendas y edificios públicos coloniales.

El respaldo documental que sustenta el estudio asombra aún por su alcance, por la cita archivística y el ejercicio de entrelazamiento de saberes. Govantes además, fue invitado a dictar una conferencia sobre Escobar en 1936, durante la celebración en el Palacio Municipal de un ciclo de Historia Habanera y Habaneros Ilustres. Su investigación fue exhaustiva: del retratista de la aristocracia criolla no se sabe mucho más que no estuviera contenido en la investigación mencionada. El texto sirvió de base esencial para los estudios posteriores de Guy Pérez Cisneros y Jorge Rigol sobre los orígenes del arte en Cuba.

Hacia los años finales de la década de 1930, ya la colección Govantes debía tener numerosos exponentes. Son momentos de bonanza económica para el arquitecto, que bajo la firma Govantes y Cabarrocas construirá entre otros inmuebles el Capitolio Nacional. Cada individuo imprime a su colección una singularidad, relacionada con la personalidad y entendimiento propios. Y en esta línea, la colección que reúne Evelio Govantes tiene un sentido de vestigio del pasado, de documento histórico, de incontrovertible testimonio de un tiempo que fue.

La colección Govantes vio la luz pública en 1933. Por iniciativa personal, organiza en el Lyceum de La Habana la muestra Exposiciones de Arte Cubano Retrospectivo. La primera exposición estuvo dedicada a Guillermo Collazo, pintor y escultor. El Diario de la Marina se hizo eco de los elogios de Luis de Soto, cuando afirma: “nuestro coleccionista demostró una vez más su acendrada devoción al arte patrio y su tenaz y fecunda labor por exaltar los valores genuinos del mismo”. La exposición Collazo rescataba una figura de la plástica colonial que entonces estaba casi olvidada. Con piezas de su propiedad y préstamos de diversas familias cubanas, Govantes organizaba una muestra que acompañó con la más acabada investigación realizada sobre Collazo.

La muestra inédita de Collazo respondía a la intención manifiesta del coleccionista de organizar otras exposiciones similares en el Lyceum. Pocas se realizaron, mas la nómina de autores en el proyecto permite aquilatar los intereses del arquitecto: Metcalf, Chartrand, Porro, Peñuela, Arias, José Arburu, Colson, Peoli, Cleenewerck, Landaluze, Alejandro Odero, Valentín Sanz Carta.

Mucho de lo que hoy se considera cubano en pintura, tiene su origen en esta mirada al arte de la colonia. Más allá del lugar de nacimiento del artista, o la academia donde se hubiera formado, la conciencia de lo nacional se identifica con el paisaje de los campos insulares; con el retrato de las figuras que pensaron la nación o impulsaron el bienestar público, o con la influencia, ejercida en la formación de artistas propios a través de la dirección de la Academia de Pintura.

De la artista Matilde Rita de la Peñuela, Govantes poseyó una sola obra. La pieza Gatos o Un gato y dos gatitos juegan en un cojín, procedía de la Galería Ximeno, formada en Matanzas en el siglo XIX y que se dispersara, por reveses de la fortuna, en ese propio siglo. El hecho de que varias obras de esa colección pasaran a la colección Govantes, se inserta en una tendencia que se registra hacia el segundo cuarto del siglo XX, que valora las obras adquiridas tanto por su colección de procedencia como por su antigüedad demostrada.

Las colecciones coloniales, que habían escapado de Cuba por el escaso valor que recibían las obras en subastas y remates, encuentran en estos años un mercado nacional que rescata no pocas piezas de ese destino. La artista es además la única artista mujer coleccionada. Ximeno había hecho traer de París sus obras -por una razón de género- al considerársela entonces la primera pintora nacida en Cuba de la que se tenía noticia.

La colección Govantes no parece haber crecido más allá de la ambientación y las proporciones de su vivienda, pero prestaba sus piezas para proyectos expositivos ajenos. En la exposición 300 años de Arte en Cuba (Universidad de la Habana, 1940), organizada por iniciativa del Instituto Nacional de Artes Plásticas y la Corporación Nacional de Turismo, como préstamo de Govantes figuran dieciséis de las trescientas veintidós obras totales, entre ellas cinco acuarelas del pintor y caricaturista vasco Víctor Patricio Landaluze (http://www.encaribe.org/Article/victor-patricio-landaluze).

Los tipos y costumbres coloniales registrados en la obra de este bilbaíno será una de las líneas más ricas dentro de la colección Govantes. En mayo de 1941, junto a Narciso Maciá, Govantes organiza la Segunda Exposición de Arte Cubano Retrospectivo. Landaluze, también en el Lyceum, con medio centenar de obras del artista. De Landaluze, la colección Govantes poseía las acuarelas: Iglesia del Cristo, El místico del Ángel, Plaza de la Catedral en Día de Reyes, Parque Central de La Habana, La mulata adelantada, Jugando al siló, El saludo, Teatro Tacón, La visita de la nieta, Calesero, La mulata, Escena habanera, El chéver cantuá, El figurín y Un caballo.

La firma de Govantes y Cabarrocas tuvo gabinete de trabajo en varias locaciones. De la calle Colón entre Prado y Morro, se trasladaron al Vedado, primero en la Calle A Nº 505, y después en la Calle 11 Nº 451 esquina a F. Las edificaciones que proyectaron devinieron hitos del movimiento arquitectónico moderno en Cuba.

Sin embargo, la línea aplicada en las viviendas privadas parece avenirse a concepciones más tradicionales e historicistas, dentro del estilo ecléctico. Baste mencionar la residencia Baró-Lasa, la Dolce Dimora de Orestes Ferrara (Museo Napoléonico desde 1962) o la casa Xanadú, del millonario Ireneé Dupont en Varadero. E incluso el ambiente y decoración de la propia residencia de Govantes.

Durante los años en que ya la colección está formada, Govantes tiene su residencia en la barriada de Miramar, en 7ma y 34. Paradójicamente, habita un inmueble que no ha proyectado. Sus estancias son adornadas por muebles coloniales: juego de sala de medallón y rejilla del estilo Luis XV colonial; cómodas de sacristía de estilo barroco con tiradores y bocallaves de plata; juguetero; espejos con marco tallado que proceden unos de una antigua mansión señorial de Guanabacoa y otros, de la colección de los condes de Fernandina. Sobre estos muebles, que reviven el esplendor de los salones del siglo XIX, se exponen diversas piezas de artes decorativas que complementan el arreglo.

Las paredes fueron decoradas con la colección de pinturas coloniales. Sobre las cómodas las acuarelas de Landaluze; en una esquina -coronando la comadrita o la butaca que darán placer a la lectura o al descanso- un paisaje de Chartrand o de Sanz Carta donde casi es posible, escuchar el correr del agua y el chirriar de la carreta. El ambiente, más romántico por la huida en el tiempo que transmite que por el estilo de sus contenidos mismos, nos habla de un regusto del pasado, de lo ido que se evoca por intervención de cada pieza antigua colectada.

Este mismo espíritu impulsaba a Govantes a admirar la obra de Guillermo Collazo, más allá de sus valores pictóricos, por la evocación del siglo XVIII en el ambiente y el vestuario de los personajes. El núcleo de obras de Collazo es casi tan extenso como el de Landaluze, nutrido de una plumilla con un Retrato de Betances, una acuarela Villa en la costa, y varios lienzos: A orillas del lago, En la terraza, El violoncelista, Cabeza de mujer, La visita, En la taberna, Soldado ebrio, Mosquetero, Regalo de bodas y Horas felices.

Una representativa lista de artistas completaban la colección Govantes. De Esteban Chartrand tres paisajes; dos de Valentín Sanz Carta y un paisaje urbano de Cleenewerck. Tres de los alumnos más sobresalientes de la Academia de San Alejandro a finales del siglo XIX están representados en el conjunto: un Autorretrato de Miguel Ángel Melero que muestra al joven artista en su estudio; de Emilio Reinoso un Paisaje de Puentes Grandes; mientras de Arburu Morell posee cuatro piezas de gran valor: Dolorosa, una Cabeza de estudio, los Mendigos romanos y una Academia con desnudo femenino. Esta última pieza fue donada por el coleccionista al Museo Nacional, siendo ya muy anciano.

Como excepción dentro de la colección, están La Cabaña de Federico Edelman y una Cabeza de viejo del maestro Romañach que vienen a confirmar la importancia que dentro de las colecciones de arte cubano se confiere a la sapiencia de los artistas dedicados a la docencia.

Delia María López Campistrous*
Publicado el 11 de octubre de 2011 en Cuban Art News con el título Un coleccionista cubano de arte colonial.
* Santiago de Cuba, 1964. Graduada en la Universidad de la Habana, Máster en Historia del Arte. Curadora del Museo Nacional de Bellas Artes. Profesora adjunta de la Facultad de Artes y Letras y del Instituto Superior de Arte, investiga sobre el coleccionismo privado e institucional en Cuba.
Foto: La Dolce Dimora, fue el nombre que Orestes Ferrara dio a su residencia. Diseñada en 1928 por Govantes y Cabarroca, hoy es sede del Museo Napoleónico, en la intersección de las calles San Miguel y Carlos Aguirre, muy cerca de la Universidad de La Habana. Tomada del blog Cuba Española.

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