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martes, 20 de noviembre de 2012

Palabras en Ginebra, inéditas


Señoras y señores:

Agradezco sinceramente la invitación de Freedom House para formar parte de su delegación. La he aceptado porque hace sólo cuatro meses sali de Cuba y mi testimonio, por esta vez, podría tener interés.

Comencé a escribir como periodista en 1974. Soy autodidacta. Hasta 1991 gocé de la confianza del departamento ideológico del comité central del partido comunista cubano, que es el que dirige la prensa oficial. Permítanme contarles algunas vivencias.

En la mañana del 8 de marzo de 1991 tocaron fuertemente la puerta de mi casa y cuando mi madre abrió, un hombre pistola en mano, entró corriendo hasta el último cuarto donde dormía mi hijo. A ese policía de civil nombrado Rafael, le acompañaban dos hombres más y una mujer llamada Mónica, quien sería la encargada de registrar mi cuerpo. En la calle, delante de la casa, en un auto vigilaban otros dos hombres. Todos pertenecían al Departamento de Seguridad del Estado.

Mi hijo, Iván García Quintero, en estos momentos en Cuba, permaneció en una celda de Villa Marista, sede del DSE, hasta el 21 de marzo de ese año, 1991. Lo acusaban de “propaganda enemiga”. No lo enjuiciaron, pero ese operativo y esa detención fueron la gota de agua que colmó el vaso de mi descontento. Un descontento que no surgió de la noche a la mañana. Fue un proceso, largo y profundo. El “socialismo” que yo estaba viendo y viviendo en nada se parecía al que mi padre y otros familiares comunistas me contaban en mi niñez.

Cuando el 23 de septiembre de 1995 me uní a Raúl Rivero en la agencia Cuba Press, llevaba cuatro años cobrando sin trabajar. Pero no sería hasta el 4 de abril de 1996 cuando oficialmente me expulsaron de mi trabajo como periodista en los servicios informativos de la televisión cubana.

El paso de la lista de los “confiables” a la de los “no confiables” no fue demasiado traumático. Muchos periodistas extranjeros que me entrevistaron en La Habana me preguntaban esto y a todos decía lo mismo: ya no tenía nada que perder y sí mucho que ganar.

Al lado de Raúl Rivero gané la libertad de escribir lo que veía a mi alrededor, sin censura, sin temor. Los ocho años en que me mantuve escribiendo como periodista independiente en Cuba Press fueron más enriquecedores que todo el tiempo en que lo hice como periodista oficial.

Mi hijo Iván se sumó a Cuba Press también en sus inicios. Hablé con Raúl una tarde y él me dijo: “Dile a Ivan que comience a escribir, después veremos”. Iván no habia escrito nunca ni una carta. Se hizo periodista al lado de Raúl Rivero.El 2 de junio de 2003, desde la prisión de Canaleta, Raúl escribió: “Me le das un gran abrazo a Iván, a quien por prejuicios de viejo nunca le había dicho que lo admiro mucho profesionalmente”.

La historia del periodismo independiente cubano no se puede escribir sin Raúl Rivero Castañeda. Es Raúl quien lleva al periodismo alternativo a niveles hasta ese momentos insospechados, lo hace trascender y lo acuña con su talento y cubanía.

En 1995 Rivero era ya un poeta conocido dentro y fuera de Cuba. Cuatro años antes, en 1991, había firmado la Carta de los Diez, pero entre el ostracismo y el alcohol su vida intelectual se había opacado. Sin embargo, cuando funda Cuba Press, Raúl saca de adentro lo mejor de sí, deja definitivamente la bebida y dedica a Cuba Press toda su energía. Forma a jóvenes como mi hijo y también da lecciones de profesionalismo y objetividad a periodistas con experiencia, como era mi caso.

1995 no sólo marca el renacer de Raúl Rivero como periodista, poeta y escritor, sino también el debut masivo del periodismo independiente en Internet. No sería hasta el 2000 cuando el gobierno cubano comienza a llenar la red con sitios-web de su prensa. Lo hace con recursos, pero sus textos son apologéticos, grandilocuentes. No tienen la dosis de espontaneidad, valor y sinceridad de la prensa independiente.

Señoras y señores:

Quiero aprovechar los minutos restantes en un breve análisis de las causas que, a mi entender, llevaron al gobierno cubano a la primavera negra de 2003. Utilizaré nuevamente un ejemplo cercano.

En marzo y abril de 2002 el agente de la Seguridad del Estado que dice llamarse Jesús Águila, estuvo casi un mes acosando a mi hijo y acosándome a mí. Durante mucho tiempo Iván y yo nos cuestionamos qué podría haber detrás de aquellas citaciones, entrevistas y llamadas telefónicas.

La interrogante se despejaría un año después, cuando el 18 de marzo de 2003 el gobierno cubano desató una violenta represión contra la disidencia y el periodismo independiente. Iván y yo nos dimos cuenta entonces de que el temor manifestado por el agente Águila en marzo y abril del 2002 no era infundado, pues la Seguridad del Estado había visto una amenaza en la creación de la Sociedad de Periodistas Manuel Márquez Sterling, fundada por Ricardo González en mayo de 2001 con el principal propósito de contribuir a la superación de los periodistas independientes y de respaldar la publicación de una revista con una gran meta: hacerla en la isla para ser leída por los cubanos.

El primer número de la revista De Cuba apareció en diciembre de 2002 y el segundo y último en febrero de 2003. Un tercer número se haría en precarias condiciones en septiembre de 2003, gracias a la tenacidad de la periodista independiente Claudia Márquez.

La edición artesanal de una revista con una tirada de 250 ejemplares es algo que no quita el sueño a ningún gobierno democrático, pero el régimen cubano se aterró. El propio Jesús Águila nos lo diría a mi hijo y a mí: la Seguridad del Estado consideraba a la Sociedad de Periodistas Márquez Sterling y a la revista De Cuba, el germen de una organización similar al Sindicato Solidaridad, creado en la Polonia de los 80 por Lech Walesa.

En 2004, un año después de aquella oleada represiva, sigo pensando que el gobierno cubano actuó a la defensiva, movido por el miedo.

Mejor que nadie Fidel Castro sabe que la verdadera disidencia no está dentro de las organizaciones opositoras, sino en los miles de cubanos que tienen que morderse la lengua y callar lo que piensan y sienten o se ven obligados a decirlo en voz baja y a puertas cerradas, por temor al férreo sistema de vigilancia y delación existente en Cuba.

La represión de marzo de 2003 debe verse como resultado de un conjunto de acciones disidentes en la última decada. A la expansión y vitalidad del periodismo independiente en toda la isla, yo anadiría el surgimiento en 1996-97 del Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna, más conocido como Grupo de los Cuatro, porque estaba integrado por cuatro opositores: Martha Beatriz Roque Cabello, Félix Bonne Carcassés, René Gómez Manzano y Vladimiro Roca Antúnez. Este grupo daría a conocer en junio de 1997, “La patria es de todos”, uno de los documentos más enjundiosos y coherentes redactados por la disidencia cubana en décadas.

Imprescindible es mencionar tambien la creación, a mediados del 2002, de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil, encabezada por Martha Beatriz Roque y Arnaldo Ramos, directora y subdirector, respectivamente, del Instituto Cubano de Economistas Independientes. Cuando los frutos de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil comenzaban a darse, el régimen la desnucó.

Si la historia del periodismo independiente no se puede escribir sin Raúl Rivero, a la saga de la disidencia cubana están unidos los nombres del doctor Oscar Elías Biscet y su Fundación Lawton de Derechos Humanos; de Elizardo Sánchez y su Comision de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional; de Gustavo Arcos Bergnes y su trayectoria y prestigio y, por supuesto, de Oswaldo Payá Sardiñas y su Proyecto Varela, entre otros muchos opositores que en estos años se han empeñado en labrar un futuro distinto para su patria.

A la hora del recuento no se puede prescindir de los compatriotas que conforman el exilio cubano, no importa dónde vivan ni cuáles sean sus puntos de vista. Los de dentro y los de fuera deben ser vistos como un TODO, a pesar de ser el nuestro un pueblo dividido. Un pueblo, valga decir, donde en una y otra ribera habitan mujeres y hombres que han vivido y viven el infierno de las cárceles de mi país y que hoy resumo en dos nombres: Pedro Luis Boitel, mártir del presidio político cubano, y Jorge Luis Pérez García, Antúnez, el cubano que más tiempo lleva encarcelado por sus ideas. Muchas gracias.

Tania Quintero

Palabras pronunciadas en el panel Crisis de los derechos humanos en Cuba, Palacio de las Naciones, Ginebra, 31 de marzo de 2004. En la foto, de ese día, estoy escuchando una pregunta que me hicieron después de mi intervención.

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