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domingo, 11 de marzo de 2012

Fraga y el Rolls Royce


Por Clovis Rossi*

Debo a Manuel Fraga Iribarne mi primer y único paseo en un Rolls Royce en la vida. Era 1975. Yo preparaba reportajes sobre la inminente Transición española, de Francisco Franco Bahamonde que, si alguien más lo recuerda, murió en aquél mismo año. Obviamente, la incursión terminaría en España, pero antes pasaría por París para oír a los exiliados de la clandestina izquierda, y por Londres, donde Fraga era embajador de la dictadura. Aunque en aquél momento, Fraga ya era etiquetado de aperturista.

Un amigo que trabajaba en la embajada de Brasil en Londres, el periodista Alberto Tamer, me consiguió un encuentro con Fraga. Más que un encuentro, fue una comida en la embajada española. Si Rosa Montero confesó que fue con miedo a su primera entrevista con Fraga, yo solo podía sentir más miedo todavía.

Ella le encontró en 1978, cuando España ya estaba redemocratizada y ella ya era periodista de EL PAÍS, con todo el peso que representa pertenecer a este formidable equipo.

Yo, por otro lado, hablaba con el embajador de una dictadura. Yo, que venía de un país que también estaba bajo una dictadura, aparte de remoto. Nada de emergente, potencia del futuro, como se dice hoy en día. Éramos subdesarrollados de hecho, institucionalmente, económicamente, socialmente, etcétera.

Mi miedo aumentó cuando Fraga me presentó a otro invitado. Era el director de una publicación de cubanos que vivían en Miami que, en aquella época, no era exactamente un ejemplo de gente que ama a la democracia (hoy en día, no lo sé).

Pero, al contrario de Rosa Montero, yo no necesitaba hacer preguntas difíciles o delicadas. El objetivo no era obtener declaraciones, sino informaciones para intentar comenzar a entender la Transición española.

Desde este punto de vista, Fraga fue impecable. Dejó clara la razón por la que entendía que no se tardaría mucho en desatar lo que Franco pensaba que quedaba “atado y bien atado”. España, en su visión y la de sus amigos empresarios, había tocado techo. Solo podría continuar desarrollándose si se abría a Europa, lo que exigía también la vuelta a la democracia.

Mariano Rajoy, en su artículo para El País sobre Fraga, enfatizó el amor del líder gallego por la libertad. Puede que existiese, pero mi impresión de aquél primer encuentro fue la de que él se había convertido en un aperturista por puro pragmatismo: España solo se desarrollaría si se redemocratizaba. Y tenía razón.

Otro invitado de aquella comida sería la prueba viva de otro tipo de pragmatismo. Aunque fuese amigo de los exiliados a los que la dictadura cubana llama 'gusanos', mantuvo excelentes relaciones con Fidel Castro, de remoto origen gallego.

Sea como sea, Fraga fue valioso en la Transición aunque su papel en la democracia terminó siendo bastante menor, como el de muchos otros políticos que conocí aquellos meses previos a la muerte de Franco. Quedó prácticamente confinado a Galicia.

Terminada la comida, Fraga me ofreció transporte para el aeropuerto, que acepté. El coche de la embajada era un reluciente Rolls Royce, deslumbrante para un periodista joven de 32 años, venido de los remotos trópicos y que jamás había estado en Londres. Mirar a los londinenses desde el asiento trasero de un Rolls sabía a gloria. Efímera, pero gloria. El conductor, encima, llevaba guantes blancos.

Me sentí tentado a llamar a la puerta de la Xunta que Fraga presidía, en las dos ocasiones que pasé por A Coruña de vacaciones. Desistí. Al final, iba en coche y, aunque no estuviera, no creo que el vehículo oficial de la Xunta fuera un Rolls.

*Periodista brasileño, columnista de Folha de S. Paulo. Esta crónica fue publicada el 16 de enero de 2012 en su blog de El País titulado Algo mais que samba, en portugués y español. La traducción al español fue hecha por Beatriz Borges. La foto de Fidel Castro con Manuel Fraga aparece en el trabajo con este pie: "El Fraga que conocí confraternizaba también con anticastristas".

1 comentario:

  1. Excelente, muy bueno. A Fraga lo que le importaba era el baro, como le importa a todos esos gallegos que han dominado Cuba por más de 53 años.

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