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viernes, 29 de abril de 2011

El Canalla, nuevo libro sobre el Che


Por Hernán Vera Álvarez

En los últimos años hay un intento crítico por dar testimonio sobre el complejo pasado de América Latina. Es indudable que tanto los gobiernos autodenominados socialistas como los liberales, con sus emisarios proclamando mesiánicas recetas por el mundo, han ayudado a que salga a la luz un imprescindible debate, reconstrucción de la memoria, para no repetir los errores políticos que tanto daño costaron en el continente.

En ese panorama la literatura trae nuevas novelas, ensayos e investigaciones periodísticas. Lo particular de la producción es que muchos de los autores pertenecen a generaciones que no vivieron aquellos acontecimientos, autores más cercanos a los tiempos de Facebook y los mensajes veloces de twitter que a las misivas y los sellos postales. Uno de ellos es Nicolás Márquez.

Nacido en la ciudad de Mar del Plata en 1975, provincia de Buenos Aires, los títulos de los libros de este periodista y escritor argentino difícilmente pasen desapercibidos: La otra parte de la verdad , La mentira oficial , El canalla; La verdadera historia del Che , y Chávez. De Bolívar al narcotráfico . Recientemente vino a la ciudad de Miami para presentar su investigación sobre la vida del Che Guevara, que en Argentina trajo no menos controversias.

Antes de empezar la investigación sobre Guevara, ¿qué opinión tenía sobre él?

-Le tenía desconfianza al personaje. Alguien que había participado activamente a favor de algo tan siniestro como la imposición y consolidación del castrismo en Cuba y que luego pretendió exportar ese régimen a otras latitudes no me despertaba simpatía. Luego de profundizar mucho y estudiar durante dos años muy intensos a este individuo, comprobé que esa desconfianza no era infundada. Hoy veo que es mucho más fácil atacar al Che Guevara que defenderlo, dado que mi compatriota no dejó tropelía por escribir y cometer.

¿Por qué cree que la mayoría de las personas tiene aprecio hacia su imagen?

-Porque murió joven, pereció en el fragor de la lucha revolucionaria, era bien parecido (pintón como decimos en Argentina) y era de izquierda, esto último suele ser un poderoso atenuante moral para disculpar sus crueldades según el indulgente prisma progresista. Pero andando los años, la imagen del Che Guevara como ícono del “guerrillero comunista” fue perdiendo peso y su imagen se fue transformando progresivamente.

-Tanto es así que su rostro hoy es casi un logotipo comercial propio de la rebeldía adolescente, tan asimilable a una foto de Bob Marley como a la lengua de los Rolling Stones. Fuera del microclima de los partidos de izquierda, la famosa cara del Che Guevara (inmortalizada en la foto tomada por Korda) no es mucho más que un souvenir para consumo del progresismo urbano.

Uno de los libros clásicos sobre su vida es Che Guevara: A Revolutionary Life , de Jon Lee Anderson. ¿Leyó ese libro?

-Lo leí e, incluso, cito algunos datos de ese libro en mi documentación. Sinceramente me parece un libro políticamente correcto, bien documentado, pero con un enfoque muy pobre, dado que el autor en su afán por idolatrar a Guevara incurre muchas veces en comentarios ridículos, como por ejemplo cuando se refiere a la famosa y azarosa foto del Che tomada por Korda, en donde el propio Anderson dice que el gesto adusto de Guevara en la misma era por “la indignación ante las injusticias sociales”.

-Es decir, muchas veces ese libro en su afán apologético incurre en comentarios en donde, más que una biografía, parece una hagiografía. Basta ver por ejemplo la edulcorada película de Benicio del Toro, asesorada por Anderson, para tomar nota del arquetipo artificial en el que se pretendió hacer pasar al Che como un héroe que no tenía la menor debilidad ni flaqueza. En suma, Anderson se pasa de adulón con el Che.

El año pasado publicó La Historia de un fracaso, ensayo sobre la Revolución cubana . En su visita a la isla tuvo algunos problemas. ¿Qué pasó exactamente?

-Mi visita fue a finales del 2006, estuve una semana. En todo momento me presionaban y atosigaban “simples transeúntes” que me seguían por la calle preguntándome todo tipo de cosas y lanzándome advertencias tales como “vaya tranquilo amigo, acá en Cuba somos 12 millones de cubanos de los cuales 6 millones son policías”.

-Una forma de decirme “todo lo que vos hacés está vigilado”. Como me apasionaba Cuba, en cuanto fenómeno sociológico, me dediqué esa semana a recorrer lugares ajenos al “turismo convencional” (playa, casinos, museos, pubs ) y conversé mucho con la gente. Entonces la policía de extranjería me detuvo un día entero alegando que yo, en vez de ir a la playa, mantenía contactos con “la resistencia contrarrevolucionaria”.

-Supongo que eso me lo dijeron porque visité a las Damas de Blanco y a la médica Hilda Molina, quien por entonces vivía en La Habana. Ahí ves lo que es el totalitarismo, que no es lo mismo que el autoritarismo, éste controla la vida pública de los individuos, pero aquel controla también la vida privada o doméstica.

En Cuba habló con Laura Pollán Toledo, presidenta de las Damas de Blanco.

-Sí, fue un encuentro muy grato. Ella tenía toda la necesidad de expresarse (algo que noté en el grueso de los cubanos) aunque también la sentí un poco tensa, dado que Laura Pollán vive ciertamente ansiosa porque en su casa encontró micrófonos colocados dentro de los enchufes de electricidad. Ella quitó esos artefactos, pero siempre está con la idea de que la están espiando, sentimiento habitual en los cubanos. Pero la noté una persona muy cálida, sin odios, fundamentalmente me pareció una persona de fé.

En su libro sobre Hugo Chávez señala que no es precisamente el hombre que sale en televisión haciendo el rídiculo...

-Lo que yo señalo es que Hugo Chávez en la televisión obra como un showman extravagante, pero eso no quiere decir que sea un bufón. El usa todo su histrionismo para mantener cautivo a un electorado determinado que gusta de sus discursos y piruetas. Chávez sabe muy bien a quien dirige toda su actuación, busca atrapar las emociones de un sector determinado de Venezuela y Latinoamérica y logra el objetivo.

-Chávez es un personaje sumamente inteligente, no es un simple entretenedor, todo su despliegue está bien calculado y pensado, suponerlo un payaso, por su desempeño en la televisión, implica subestimar a un cacique muy peligroso que resucitó los sueños de una izquierda violenta e intolerante que muchos suponían sepultada.

¿Cómo explica que Chávez, de una formación militar, elogie a Karl Marx?

-Chávez tuvo formación marxista desde antes de ingresar en el Colegio Militar. El profesor Ruiz Guevara le brindaba clases de marxismo cuando éste era un adolescente, asimismo, el hermano mayor de Hugo, Adán Chávez, fue desde siempre un izquierdista radical vinculado a bandas extremistas y fue éste quien influyó mucho también en Hugo Chávez.

-Luego, en su vida como militar fue influido por consignas patrioteras típicas del folclore político de América Latina, por eso su discurso es bastante amorfo y entremezcla la Patria con el internacionalismo marxista y a Marx con Bolívar, su oratoria se nutre de muchos fetiches y símbolos contradictorios, pero útiles a la hora de captar simpatía en varios sectores de la sociedad venezolana.

Otra contradicción: el 72 por ciento del petróleo que produce Venezuela se vende a Estados Unidos.

-La necesidad tiene cara de hereje, dice el viejo adagio. Más allá de las antinomias, a Estados Unidos le sirve comprar petróleo a Venezuela y a Venezuela le sirve vendérselo. Ello implica que por ahora, ambas potencias son adversarias pero no son enemigas.

Sus libros suelen producir polémicas. ¿Es consciente de ello?

-Considero que es muy auspiciosa la polémica. Cuando hay dos personas que piensan exactamente lo mismo de todo, es porque hay una que no piensa. Creo que es sumamente positivo que se generen tormentas de ideas y que se pongan encima de la mesa argumentos, contra-argumentos, afirmaciones, refutaciones, etc. Todas esas manifestaciones enriquecen y estimulan el pensamiento.

-Pero ocurre que, a diferencia de lo que pasa en los países democráticos y civilizados, tanto en la Argentina como en el grueso de los países de la órbita del socialismo del Siglo XXI, cuestionar dogmas estatales y desatar polémicas es riesgoso e incómodo. En lo que a mí respecta, considero que resulta más incómodo aún ser obediente a la propaganda oficial que cuestionarla e indagarla.
El Nuevo Herald, 2 de abril de 2011

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