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viernes, 5 de diciembre de 2008

Ajo, cebolla y ají


Por Tania Quintero

¿Cuándo un escritor nacido en Cuba plasmará con buena mano y fino humor las vicisitudes que en cuatro décadas hemos padecido las cubanas para alimentar a nuestras familias? Los mexicanos tienen a Laura Esquivel con su "Como agua para chocolate". En "Gabriela, clavo y canela" los brasileños tienen una novela que retrata a la perfección la sensualidad y el folclor de Bahía, el estado natal de su autor, Jorge Amado.

Pero en la Isla no tenemos escritores así. Aunque motivaciones no faltan: a menudo tienen que abandonar los papeles y ocuparse de cuestiones culinarias: el aceite que se acabó, el puré de tomate para los espaguetis o la sazón para los frijoles.

Probablemente lo que pasa es que ninguno es "amo de casa". El comando del hogar lo suele tener la esposa, la madre, una tía o una "empleada", término con el que ahora se identifica a las domésticas o criadas (y que a diferencia del pasado a casi todas se les paga en dólares). Cuando es mujer la que escribe, casi nunca se echa encima esa carga. No solamente las escritoras suelen tener una o varias personas para que le ayuden en las faenas hogareñas. Artistas, doctoras, abogadas, dirigentes y otras profesionales, también tienen "empleadas".

Así las cosas, la interrogante que cada noche desvela a millones de cubanas -¿qué vamos a comer mañana?- recae sobre los hombros de las que cuando toman papel y lápiz es para sacar cuentas y tratar de estirar el magro dinero o para escribirle a los parientes de Miami para que manden más, que ya con cien "fulas" no alcanza.

Ellas, nosotras, lo vivimos día a día. Pero nunca se nos ha ocurrido pensar que nuestro drama cotidiano daría para una novela, bien cubana, con sabor a ajo, cebolla y ají.

Foto: toalafoto, Flickr

(Publicado el 27 de diciembre de 1998 en Cubafreepress)

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